Socióloga argentina Dora Barrancos: “Lo que nos falta es una sacudida formidable de la educación escolar”

Autor: Constanza Valdivia Rossel|
La investigadora, socióloga, historiadora, educadora y conferencista trasandina guió un taller sobre género en la UTEM. Plantea que “El Estado debe obligar a un cambio de óptica curricular, porque lo actual en este tema es muy violento”.

La destacada académica y activista feminista argentina, Dora Beatriz Barrancos, fue directora del Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género (IIEGE) de la Facultad de Filosofía y Letras en la Universidad de Buenas Aires (UBA) y es Investigadora Principal del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas Argentina (CONICET), instancia en la que también formó parte del directorio entre 2010 y 2019.

Con el golpe de estado de 1976 en Argentina, fue obligada a dejar su lugar de trabajo y en mayo de 1977, tras el secuestro de una compañera, la investigadora fue advertida de que su nombre estaba entre las listas de los militares, por lo que se trasladó a Belo Horizonte, Brasil. En el exilio toma contacto con el movimiento feminista.

Al regresar a Argentina se aboca al estudio de la historia política de los movimientos socialistas y anarquistas. Sus intereses de investigación se fueron acercando cada vez más a la historia de las mujeres y -paralelamente- participa activamente en la política institucional.

Ha escrito más de una decena de libros, entre ellos “Historia y Género” (1993), “Inclusión/Exclusión. Historia con mujeres” (2002), “Mujeres en la sociedad argentina. Una historia de cinco siglos” (2007), “Mujeres entre la casa y la plaza” (2008), “Evita, una mirada actual de una apasionada eterna” (2012), “Moralidades y comportamientos sexuales: Argentina” (2014), además de numerosos capítulos de libros, artículos y compilaciones. Ha recibido también variadas distinciones, uno de las últimos es la Mención de Honor Senador Domingo Faustino Sarmiento (otorgada por el Senado de la Nación, 2018), Doctora Honoris Causa por la Universidad Nacional de La Plata (2020) y el reconocimiento como Personalidad Destacada de la Universidad de Buenos Aires (2021).

Tras participar como expositora en el Curso Teorías Contemporáneas de Género, organizado por el Equipo del Proyecto InES Género, de la Vicerrectoría de Investigación y Postgrado (VRIP), Dora Barrientos sostiene esta conversación exclusiva en la que comenta cómo ve a las actuales generaciones respecto al feminismo, su apreciación ante las políticas de género universitarias y recalca los retos del movimiento hacia la igualdad de género.

Según su punto de vista, ¿existe un tipo de feminismo que debe representar a las universidades públicas?

Es difícil decirlo. Hay una pluralidad de feminismos y hay aspectos muy interesantes en cada una de esas miradas. La universidad tiene que cumplir acabadamente con una perspectiva igualitaria de las admisibilidades y progresiones de quienes estudian en sus aulas, siempre bajo el criterio de la paridad. El orden de los derechos, las posibilidades, la progresión y el reconocimiento de los resultados debe ser completamente igualitario. Debe superarse la significativa diferencia de oportunidades que todavía sufren las mujeres.

Para una institución como la UTEM es fundamental estimular desde la escuela media la incorporación de jóvenes vocacionadas hacia las materias tecnológicas, que son de mayor discriminación. Las llamadas ingenierías «duras» son muy ominosas en su aspecto misógino y son todavía carreras muy reservadas a los varones.

En relación con las personas jóvenes, ¿cuál es su apreciación sobre estas nuevas generaciones con respecto al feminismo?

Felizmente, las generaciones jóvenes tienen un despertar muy temprano respecto de lo que llamamos el «para sí», que es la consciencia del sí, la reflexión profunda y la toma de posesión de sí misma, saliendo de ese estado que marca el estereotipo. Hoy las muchachas jóvenes recusan notablemente las formulaciones estereotipadas del «ser mujer», entendido como mandato patriarcal que redunda en la idea de abnegación por naturaleza hacia la crianza, las obligaciones o mandatos de la maternidad, aspectos que están siendo puestos en enorme tela de juicio como nunca hemos visto antes.

Cada vez, estamos observando más que las niñas desde adolescentes están dispuestas a erradicar el patriarcado, aunque no sean muy eruditas en textos anti patriarcales. No es necesario hacerse de una densa bibliografía para que los sentimientos y las sensibilidades cambien en relación con la experiencia que están teniendo las más jóvenes en nuestro continente.

Respecto a la violencia de género, las leyes, planes y campañas de sensibilización y diversas medidas que se han puesto en marcha en Latinoamérica, ¿qué está fallando en estas iniciativas que las estadísticas siguen siendo negativas?

Las políticas públicas están bien, al menos las que tienen que ver con mandatos de comprensiones internacionales. En el caso de Chile, hay leyes parciales contra las violencias. No falta ley, creo que lo que nos falta es una sacudida formidable de la currícula escolar, a las materias de educación, desde donde deviene todavía una consistencia violenta. Desde el jardín infante, pasando por la escuela básica hasta la adolescencia, no hay cambios en la currícula, en las materias y temas que forman parte de la educación. Si en esa forma de estructurar contenidos educativos se asoma una sacramentación del estereotipo, eso es violentísimo. No vamos a ir muy lejos si por lo menos el sistema de socialización no cambia, debería ser una obligación.

El Estado debe obligar a un cambio de óptica curricular porque lo actual en este tema es muy violento. Hay deporte de niñas, deporte de niños, existe aún una estructura que habla de los deberes de las niñas y otras actividades, disciplinas y ciencias para varones. Si no erradicamos los valores patriarcales en el sistema educativo, va a redundar todavía en modos violentos de la experiencia cotidiana de la gente. El sistema educativo tiene una propedéutica fundamental que es la extirpación de este flagelo brutal.

La UTEM implementa distintas acciones en su agenda de género y recientemente entra en vigencia su política institucional de género, con lo que se da cumplimiento a uno de los requerimientos básicos de la Ley N° 21.369 de 2021, que regula el Acoso Sexual, la Violencia y la Discriminación de Género en el ámbito de la Educación Superior. ¿Cómo observa este tipo de iniciativas en la educación superior?

Le asigno enorme importancia. Lo que la universidad debe hacer es justamente una contribución pionera en temas de esclarecimiento curricular, renovación de los estatutos de conocimiento y programas formativos, todo eso es una obligación. La universidad debe encarnar la perspectiva de la igualación humana de manera mucho más prominente, le exigimos más a la universidad, porque ahí se forman las/los/les profesionales y efectivamente, debe modificar su perspectiva y hacerse feminista.

Debe valerse y poner en sus cimientos estos extraordinarios valores que estamos proponiendo, el carácter igualitario de la condición humana que es un derecho fundamental y una manifestación formativa que no claudique la sistemática formación, porque toda actividad humana puede ser realizada igualmente por las mujeres.

La iniciativa que tiene en este momento la UTEM me parece de lo más importante, esclarecedora y hacemos todos los votos porque efectivamente sea pródiga en el cumplimiento del objetivo fundamental que es tender al reconocimiento igualitario de la condición humana.

¿Cómo ve el futuro del movimiento hacia la igualdad y cuáles serían los retos del feminismo actual?

Los retos son enormes todavía. Hemos hablado cómo vamos a terminar con el flagelo de la violencia y algo que no estamos haciendo en América Latina es la prevención de la violencia, lo que es un estatuto educativo fundamental. Tenemos grandes dimensiones a ganar, la primera es una igualación del estatuto del derecho al trabajo en cualquier actividad humana, el mercado laboral es donde más se infringen derechos de las mujeres. La segmentación de actividades, los hiatos y las brechas salariales horizontales y verticales son ominosas, son rubros que todavía nos dan mucha perplejidad. Hay una obligación del Estado para hacer que -efectivamente- el mercado vaya reconociendo que su mano invisible, el patriarcado, afecta la situación de las mujeres.

Desde luego, la responsabilidad en los temas de los cuidados -la retaguardia estratégica de todo el sistema económico- tiene que ser compartida. El Estado tiene mucho que hacer para solventar la dureza de la sostenibilidad de los cuidados, para que éstos no caigan en cuerpos femeninos abnegadamente.

En este sentido, hay obligaciones fundamentales para paliar esta situación respecto de cuatro sujetos dominantes: la niñeces, las adolescencias, las personas mayores de edad y personas con discapacidades, que requieren una asistencia cada vez más visible y demandante, porque la perspectiva de vida ha aumentado. Estos serían los sujetos que el Estado debe ingresar, subsidiar y garantizar la profesionalidad de la atención y de los cuidados, para justamente, hacer que las mujeres puedan tener alternativas de mayor autonomía ingresando a un mercado laboral que te dé condiciones de posibilidad, sobre todo, que trate de manera igualitaria a varones, mujeres y otredades sexogenéricas.

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