María Eugenia Piola, experta argentina sobre migraciones: “Si logramos ver lo que nos une, construiremos relaciones más igualitarias”

Autor: Daniela Arce|
La académica fue invitada por Sonia Romero y Juan Carlos Ruiz, docentes de Trabajo Social UTEM, con el propósito de generar un espacio de reflexión en torno a las migraciones y sus múltiples dimensiones sociales, dirigido a estudiantes de pregrado.

En su primera visita a la UTEM, la Dra. María Eugenia Piola dictó la charla “Procesos migratorios hacia España y lecciones para Chile”, dirigida principalmente a estudiantes de pregrado, con el propósito de ofrecer una mirada interdisciplinaria sobre la movilidad humana, la inclusión y los derechos.

La Dra. Piola, profesora argentina de la Universidad de Barcelona, fue invitada por académicos de la UTEM que forman parte del proyecto internacional “Decolonización de la educación e investigación en migración” (DERM por sus siglas en inglés), iniciativa en la que participa nuestra universidad.

Durante su exposición, la investigadora compartió reflexiones personales y teóricas derivadas de su experiencia de casi tres décadas viviendo en España y estudiando los procesos migratorios, proponiendo una revisión crítica sobre cómo se percibe al “otro” y desde qué supuestos se construyen esas miradas en los distintos contextos sociales y culturales.

¿Qué similitudes o diferencias observa entre los procesos migratorios en España y los de América Latina?

-En España la mirada social hacia la migración ha sido fuertemente criminalizadora y excluyente. En América Latina no me atrevería a afirmarlo con certeza, pero me da la impresión de que no es tan intensa, aunque también existen prejuicios. En Europa los migrantes provienen de lugares muy diversos —Pakistán, China, Marruecos, India o América Latina—, y los estereotipos varían según el origen. En cambio, en América Latina las migraciones suelen ser más regionales.

De todas formas, conozco el racismo interno que existe en Argentina hacia personas de países vecinos como Bolivia, Perú o Paraguay. Son formas distintas de discriminación, pero que comparten un mismo fondo: la tendencia a ver al otro como una amenaza. En Europa, además, hay una narrativa política muy fuerte —la de la “Europa fortaleza”— que busca blindar fronteras y restringir el espacio Schengen, algo parecido a lo que ocurre en Estados Unidos.

¿De qué manera la migración puede aportar positivamente a la sociedad?

-Ese es el núcleo de lo que quiero transmitir. Históricamente, se ha construido la figura del migrante como alguien que viene a “tomar más de lo que da”, como un ser vacío o carente.
Y no es así. El migrante trae consigo cultura, conocimientos, habilidades y formas de vida. Es una persona que aporta tanto como cualquiera de nosotros.

Mi propuesta es que deconstruyamos esa mirada que lo concibe como un “otro” diferente o distante, y aprendamos a percibir igualdad en lugar de diferencia. Porque solemos asociar la diferencia con peligro o amenaza, cuando en realidad todos compartimos mucho más de lo que creemos.

¿Desde dónde debería partir ese cambio de mirada?

-Creo que debe partir de nosotros mismos. No se trata sólo de señalar el racismo o la xenofobia en otros, sino de reconocer que también habitan en nosotros, en menor o mayor medida.

Esas matrices culturales están en el aire que respiramos. Por eso propongo una revisión personal y colectiva. Mirar hacia adentro, identificar nuestras propias trazas de prejuicio y hacernos responsables de ellas.

¿Cómo puede contribuir la academia a visibilizar estas perspectivas?

-La academia tiene un papel crucial. Mi propuesta es que dejemos de mirar sólo “hacia afuera” y comencemos a mirarnos “hacia adentro”. En el trabajo social, por ejemplo, debemos ser conscientes del poder que ejercemos.

Durante mi experiencia en España, fui usuaria de servicios sociales y pude ver de primera mano cómo se construyen ciertas miradas cargadas de prejuicios. Eso me ayudó a entender la importancia de revisar nuestra posición y actuar con cuidado. Así que más que buscar “salvar” o “transformar” a otros, debemos enfocarnos en reducir el daño, ser prudentes y conscientes del impacto que tienen nuestras decisiones profesionales.

¿Cómo este tipo de charlas puede generar conciencia en los estudiantes?

-Tengo la esperanza de que sí. En veinte años formando trabajadores sociales he visto cómo una pequeña semilla puede germinar. Estas instancias permiten que los futuros profesionales reflexionen sobre su rol y el poder que ejercen, y aprendan a usarlo con responsabilidad.

Los discursos de justicia social son importantes, pero deben traducirse en prácticas concretas: en cómo atendemos, diseñamos políticas y miramos al otro sin reproducir desigualdades.

Finalmente, ¿qué mensaje quisiera dejar?

-Que migrar no es ser un problema. Es ser sujeto de derechos, portador de saberes y agente de cambio. Si logramos mirarnos, reconocer nuestras propias matrices y ver lo que nos une en lugar de lo que nos separa, podremos construir relaciones sociales más igualitarias y humanas.

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