Estudiante UTEM Cresente Lizarbe y reconocimiento 100 Jóvenes Líderes: “Nuestra universidad es un semillero de talentos”
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El estudiante de Ingeniería en Comercio Internacional, destacado por la Revista Sábado de El Mercurio, se encuentra en la última fase de su etapa universitaria en nuestra casa de estudios. Apuesta fuertemente por el proyecto "Participa Chile", con el que busca fortalecer la democracia y la cohesión social intergeneracional, además de crear un modelo de financiamiento propio para laboratorios de innovación social.
Con un impacto multidimensional, Cresente Lizarbe Luna ha tejido un puente entre las necesidades locales y los espacios donde se toman decisiones globales, impulsando iniciativas que buscan posicionar a la UTEM como un referente a nivel nacional.
“Mi objetivo es demostrar que nuestra universidad es un verdadero semillero y que la juventud latinoamericana puede competir de igual a igual con cualquier institución del mundo”, afirma el futuro ingeniero en Comercio Internacional.
Hoy, Por eso, Lizarbe recibe este reconocimiento con una mezcla de honor y responsabilidad. A la vez, reconoce en la UTEM un pilar decisivo en su desarrollo personal y académico, especialmente en un camino que, como él mismo destaca, ha construido desde cero. A continuación, el estudiante reflexiona sobre su paso por la universidad, revisando los hitos que marcaron su trayectoria, las motivaciones que lo llevaron a involucrarse en estos temas y el papel que la UTEM ha tenido en su formación. -Para mí, es un honor y un orgullo tremendo ser seleccionado como uno de los 100 Jóvenes Líderes del país. Tiene un significado muy potente, porque reconoce toda la trayectoria y lo que he realizado en estos últimos cinco años en temas sociales, tanto como líder juvenil y social en Chile como fuera del país. La universidad ha sido un pilar fundamental, me ha ayudado bastante y creo que ha sido uno de los espacios donde más he podido desarrollarme. Más allá de la carrera en sí —que me ha ayudado muchísimo—, la institución me ha permitido crecer. Sin duda es un logro máximo y un orgullo, especialmente al poder decir que empecé desde abajo, sin contactos ni apellido conocido, simplemente a pulso. Sin embargo, más allá del orgullo personal, recibo esto como una tremenda responsabilidad. No lo veo como una meta de llegada, sino como un combustible para seguir trabajando. -Principalmente desde la empatía pura y de una necesidad de romper los círculos viciosos de la injusticia. Al ver las dificultades de mi entorno, me di cuenta de que para cambiar las cosas no basta con observar, hay que involucrarse. Lo que realmente me mueve es algo muy sencillo, ver a la gente sonreír y saber que una gestión, por pequeña que sea, alivió la carga de alguien o le cambió el día. Me he dado cuenta de que la distancia entre querer ayudar a un compañero de curso y querer cambiar el país es, sorprendentemente, muy corta. Es un límite que cruzas casi sin darte cuenta. Todavía estoy procesando cómo ocurrió esa transición en mí, pero creo que cuando descubres que tienes la capacidad de cambiar la vida de la gente para mejor, la escala de tu ayuda crece naturalmente. -Aunque pueda sorprender, el hito que más marcó mi camino fue haber sido electo para el Centro de Estudiantes de mi carrera a mediados de 2020, en plena pandemia. Antes de eso, yo no tenía mayor interés en la vida política o social. Pertenecer a ese Centro de Estudiantes me dio un lugar sin prejuicios donde pude confiar en mis capacidades. En solo cuatro años pasé de ese Zoom con estudiantes a descubrir una vocación que no sabía que tenía. Además, pude viajar por el mundo y llegar a ser reconocido hoy como uno de los 100 jóvenes líderes. -La UTEM fue un verdadero semillero de talentos para mí. Antes de esto, mis intereses eran el deporte, la música y la ciencia. Veía el liderazgo internacional y las embajadas como algo lejano. Sin embargo, la carrera encendió una curiosidad. Un punto de inflexión clave fue el Diplomado de Ciudadanía y Derechos Humanos que cursé en la universidad. Pero lo más impactante ocurrió en tercer y cuarto año, cuando se produjo una dinámica casi mágica. Mientras en clases rendía pruebas teóricas sobre qué era la ONU, la OMC, la CEPAL o el Ministerio de Relaciones Exteriores; estaba paralelamente asistiendo a sus eventos y trabajando voluntariamente con ellos. Agradezco enormemente la flexibilidad de los profesores que apoyaron mis viajes y el sello de sustentabilidad de la UTEM, que hoy llevo como bandera en cada proyecto. -Lo más difícil ha sido derribar las barreras de la edad. Al principio, el desafío es lograr que te tomen en serio frente al «adultocentrismo», pero he aprendido que no se trata de demonizar la experiencia de los mayores, sino que de buscar un equilibrio y validar su trayectoria, pero inyectarle nuestra energía y visión nueva. He aprendido a convivir con el fracaso. Detrás de cada “sí” que la gente ve, hubo probablemente ocho o diez intentos fallidos, de esos que realmente duelen y frustran. Lo desafiante ha sido desarrollar la fortaleza mental para volver a intentarlo, una y otra vez, con la convicción de que, a la tercera, cuarta o décima vez funcionará. Perderle el miedo a fallar ha sido, sin duda, mi mayor conquista. -Mi principal consejo es salir de la burbuja, porque vivimos en un país polarizado y es fácil rodearse solo de quienes piensan igual, pero conversar con quienes ven el mundo distinto permite descubrir puntos en común y construir puentes en espacios seguros. También es clave aprender a filtrar las críticas, dejando pasar las destructivas, pero aprovechando las constructivas para crecer. Al igual que un diamante que se forma bajo presión, el carácter se fortalece en los momentos difíciles. Por último, les diría que aprovechen la universidad. La UTEM es un verdadero laboratorio social, donde se ensayan las primeras formas de convivencia cívica. Participar en asambleas, centros de estudiantes o voluntariados ayuda a desarrollar las habilidades necesarias para dialogar y construir acuerdos fuera de la universidad, en el país real. -Estoy terminando mi carrera universitaria, con mi tesis y práctica listas, a punto de egresar en las próximas semanas. Sigo firme en el Grupo de Referencia de Jóvenes de la ONU en Chile, pero mi gran apuesta es el proyecto «Participa Chile», una iniciativa colaborativa que estoy construyendo junto a grandes amigos y líderes como Ignacio, Sofía y Daniela, además de importantes organizaciones de la sociedad civil y el mundo académico. Es un plan a cuatro años, actualmente estamos en la segunda etapa, que busca fortalecer la democracia, la cohesión social intergeneracional y crear un modelo de financiamiento propio para laboratorios de innovación social. Queremos que este modelo sea exportable a toda Latinoamérica. En lo inmediato, para el próximo semestre estoy organizando un congreso sobre el modelo de sociedad japonesa, al cual espero invitar a algunos estudiantes y miembros de la universidad para que sean parte de esta experiencia. Y, además, quiero escribir mi primer libro. Es un proyecto grande que espero vea la luz a fines de 2026 o en 2027. Quiero dejar una invitación abierta. Quien necesite apoyo, tenga una idea o sólo necesite una guía para sus proyectos, puede escribirme en Instagram a @cresente1. Aunque no nos conozcamos, ahí estaré. Sigan sus sueños con dedicación, vocación y, sobre todo, que nadie les diga que no pueden lograr las cosas.
¿Qué significado tiene para ti haber sido seleccionado como uno de los 100 Jóvenes Líderes 2025?
¿Cómo nació tu interés por los temas sociales y la participación juvenil?
¿De qué manera tu carrera y la UTEM han contribuido a tu desarrollo en estos ámbitos?

¿Qué ha sido lo más desafiante de asumir roles de liderazgo siendo joven?
¿Qué consejo entregarías a tus compañeros y a otros estudiantes para fomentar espacios de diálogo y participación juvenil?
¿En qué proyectos te encuentras ahora?



