Ser transgénero en la UTEM, la experiencia de un titulado en Ingeniería en Biotecnología
Autor: Christian Luco|
Términos como identidad de género o expresión de género, son algunos conceptos que poco a poco se han instalado en la realidad chilena, los que existiendo hace años, solo hace unos pocos han comenzado a ser parte del vocabulario y conversación más cotidiana. En el marco del Día del Orgullo LGTB, recordamos la historia de Dylan y su experiencia universitaria.
Luego de casi cuatro meses de debate y con más de 200 indicaciones la Comisión Mixta despachó el proyecto de la ley de identidad de género para la votación en la Cámara de Diputados y el Senado, la que de ser aprobada pasará a manos del Presidente de la República quien podría ejercer su derecho para añadir, eliminar o modificar algún aspecto de la norma, pero también podríamos estar cerca de que Chile cuente con una normativa de género, más acorde a lo que la sociedad y los tiempos actuales han manifestado necesitar.
Según la encuesta Casen 2015 en Chile, ante la pregunta sobre la identidad de género, 6.304 personas se identificaron con otro género, independiente de su sexo biológico, una cifra que seguramente irá en aumento, teniendo en cuenta que poco a poco, la sociedad chilena se está abriendo más a la aceptación y no discriminación de quienes se identifican con otro género o tendencia sexual.
A modo de aclaración, vale explicar que identidad de género se refiere a una vivencia interna e individual del género, es decir, como cada persona la siente profundamente, la cual podría corresponder o no con el sexo asignado al momento del nacimiento, incluyendo la vivencia personal del cuerpo.
Mientras que la expresión de género, es la manifestación del género de la persona, que podría incluir la forma de hablar, manerismos, modo de vestir, comportamiento personal, comportamiento o interacción social, modificaciones corporales, entre otros. Ambas definiciones fueron tomadas de la página web de la Asociación Organizando Trans Diversidades (OTD Chile).
Así como en el país, la Universidad Tecnológica Metropolitana, también ha abierto sus espacios para que los y las estudiantes puedan sentirse cómodos y bienvenidos, independiente de su género o sexualidad.
Es en este marco, que Dylan Cárcamo, ahora titulado en Ingeniería en Biotecnología UTEM, recibió el apoyo de profesionales, académicos y de sus propios compañeros, para llevar a cabo, lo para él representaba, más que un cambio, una necesidad para sentirse libre y cómodo en la vida.
Dylan, cuenta que su proceso ha sido paulatino en la vida, pero “yo no tenía idea que habían más personas en la misma situación que yo, lo vine a descubrir recién en 2015 cuando estaba en el programa de tutores, ahí estuve pensando qué hacer. Todo se dio cuando un día, que fui a una marcha por el orgullo, porque yo me consideraba lesbiana, vi a un grupo de personas que tenían otro tipo de bandera y les pregunté en qué consistía, me explicaron que eran personas trans y me contaron todo sobre su situación, y yo me sentí tan empático y parte de ellos que empecé a averiguar sobre el tema”.
Además, “busqué a personas que me pudieran guiar, ahí fui a OTD, ellos orientan a las personas en caso de que quieran usar hormonas o hacerse cirugías, ahí me contaron cómo era el proceso para poder llegar a ocupar hormonas, porque no es llegar y pincharse, se tiene que pasar por una etapa de análisis psicológico y psiquiátrico, y ese es un servicio que ellos mismos me prestaron para poder empezar mi cambio”.
Una de las etapas de este proceso es contar esto a los cercanos y a quienes están dentro de un círculo, ya sea de amistad o familiar, para Dylan el momento de comenzar a hacer pública su decisión fue cuando, en 2015, formaba parte del Programa de Tutores.
Él recuerda ese momento señalando que “a cargo del programa estaban Elizabeth Troncoso y Rommy Zúñiga, y cuando ya estaba listo para empezar con las hormonas me senté frente a ellos y mis compañeros del programa y les dije que iba a empezar con un proceso, que iba a ser la inyección de hormonas, y que iban a empezar a ver cambios en mí y que tenían que tratarme con el nombre que correspondía y no hubo ningún problema, desde el principio hubo un gran apoyo, tenía nervios, pero sabía que por parte de ellos iba a ser acogido con la situación que empezaba a vivir, de hecho me decían que tenía que estar tranquilo y que si me iba a hacer feliz, tenía que hacerlo, entonces me hicieron sentir apoyado”.
Además de haber pasado por las evaluaciones psicológicas y físicas, conseguir la inyección de hormonas no es fácil, ni accesible para todos, por lo que el egresado UTEM, cuenta que “ya que la universidad no posee convenios que puedan ayudar a conseguirla a un valor más económico, me inscribí en la Corporación Nacional del Cáncer (CONAC), ahí la consigo a la mitad del precio que en las farmacias nacionales y tengo un médico que lleva mi proceso, al que visito cada tres meses con mis exámenes, para evaluar en qué condición estoy”.
Aunque para ponerse la inyección “conté con Servicio de Salud Estudiantil (SESAES), la enfermera que me ponía la inyección lo hizo hasta que terminé mi carrera y llevó todo mi proceso, nunca tuve ningún “pero” para poder pincharme, siempre me daba consejos para que no me doliera tanto, porque el dolor al principio me duraba una semana completa, pero ella me empezó a guiar, en qué era lo mejor y si me sentía mal iba a hablar con ella y me ayudaba”.
Dylan destaca que “por parte de las personas que trabajan en la universidad y mis compañeros, recibí todo el apoyo que necesité en ese momento porque en otras personas, que también eran importantes en mi vida no lo encontré, pero en ellos sí. Igual hubo algunos que me platearon que les iba a costar acostumbrarse a mi nombre y cosas así, pero siempre me decían “lo voy a lograr” y se acostumbraron con el tiempo”.
Respecto a sus compañeros, dice “me preguntaban cosas, pero nunca con mala onda, yo nunca me sentí pasado a llevar, era de curiosidad, y los profesores igual, era primera vez que se encontraban con un caso como el mío, por lo tanto para ellos también era importante saber guiarme en un momento complicado, entonces siempre me preguntaban cómo me podían ayudar, desde la jefa de carrera hasta el compañero más lejano que tenía”.
Para el ingeniero en biotecnología “en la universidad están a favor de que uno se sienta bien, entonces van a hacer todo lo posible para que uno este así, pero de parte de otros involucran sentimientos más profundos, como los amigos de años y la familia, fue súper difícil y complicado cambiar la mentalidad de ellos, entonces al principio no encontré el apoyo en ellos, si no que me guie por mis amigos y la universidad, ahí encontré la fuerza necesaria para continuar con todo”.
Otro cambio relevante es que el “nombre social”, pase a ser también el “nombre legal”, en este sentido Dylan cuenta que “el proceso de cambio de nombre es súper largo para quienes no cuentan con los medios económicos para costearlo, porque si uno lo hace de forma particular, en máximo dos meses uno obtiene su nombre. En mi caso partí, con el respaldo de la universidad y con papeles que entregaba la psicóloga, Daniela Harris y el Programa de Tutores, en que contaban cómo me llamaban, cuál era mi nombre social y distintas cosas que se pedían para hacer el cambio. De parte de la universidad tuve respaldo, pero también tuve que pasar por el servicio médico legal por examen físico y psiquiátrico, ahí juntamos todo lo necesario y salió la resolución final, pero que tardó un año y medio aproximadamente, todo esto a través de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile, pero finalmente me titulé con el nombre que corresponde”.
Para Dylan hay personas como su Jefa de Carrera, María Soledad Toledo, la académica Elizabeth Troncoso y la psicóloga Daniela Harris que fueron fundamentales en su proceso. Él destaca “Daniela fue mi apoyo psicológico fundamental, porque pasé por etapas muy duras, con momentos depresivos muy fuertes y ella fue la que me impulsó. Fue un proceso interno, personal, el que me llevó a un hoyo, de emociones mías, pensando en lo que era la sociedad, la demora con tantas cosas, las cirugías, mi nombre, estaba con una depresión súper fuerte y ella me ayudó a controlar esas situaciones complicadas”.
Dentro de la UTEM Dylan encontró un círculo que lo apoyó y cuidó, pero también llegó el momento en que para hacer su tesis y práctica tenía que salir del espacio en el que ya se sentía cómodo, en ese momento cuenta que “mi jefa de carrera veló porque se me tratara con mi nombre social y ninguno tuvo problemas para hacerlo, llegué a trabajar al Instituto de Salud Pública, ahí tuve un jefe espectacular, era exigente, pero una persona con la que se podía conversar de temas profundos, él logró levantarme y guiarme. Lo más importante es que siempre hubo respeto, siento que tuve la suerte de sentirme así y de nunca ver una cara larga o algo extraño y eso es lejos lo que más agradezco, porque sin ese apoyo no sé dónde estaría en este momento”.
Pese a todo el titulado UTEM también tuvo que pasar por malos momentos, en ese sentido cuenta que “la primera inyección creo que fue lo más difícil porque venían los cambios, y es como una montaña rusa de emociones. Ahí fue la primera vez que, de parte de mi familia, recibí un rechazo, pasaron unos seis meses más o menos, en que no disfruté mi cambio, siendo que debería haberlo hecho… ahora veo a chicos que están en su primera inyección y gozan tanto un primer cambio y eso yo no lo pude vivir, no pude disfrutarlo a concho”.
“En la única parte que lo disfrutaba era en la universidad porque mis compañeros y mis profesores se daban cuenta de los cambios y me lo hacían saber, como con emoción, pero llegaba a la casa y la historia era otra, era «no quiero que cambies la voz, esto no puede ser», entonces por un lado tenía todo el apoyo, pero del otro lado no. Yo ya estaba pasando por bajones y necesitaba el apoyo más que críticas”, explica el ex estudiante UTEM.
Además Dylan comenta que hubo momentos en los que “tuve miedo, el pensar en que si iba a terminar o no la carrera, el miedo de no seguir viviendo, porque tuve momentos en que vi todo negro, que estuve sintiendo todos los peores sentimientos”.
Con el apoyo de varias personas llegó el momento que para él, es clave “la defensa de tesis fue un momento muy importante, porque estuvo mi Jefa de Carrera, mis amigos, Daniela Harris y compañeros cercanos, mi jefe y amigas del ISP, que fueron las personas más influyentes y claves en todo mi proceso, entonces fue emocionante para ellos y para mí, también estuvo mi familia presente, entonces fue el momento más emotivo que tuve, porque fue como “lo logré” y la familia y personas que estuvieron ahí, que cambiaron su mentalidad para para poder ser un apoyo en mi vida estuvieron ahí, fue todo perfecto, obtuve la nota máxima y sentí que había pasado todo lo malo para llegar a ese momento”.
A modo de consejo, para quienes puedan sentirse en la misma situación, Dylan sugiere que “primero hay que encontrar un buen apoyo psicológico y según eso ir evaluando, porque cada persona decide si quiere usar hormonas, si se quiere operar o no, pero tener un respaldo psicológico, como el que tuve yo, es fundamental”.
Además, respecto a la creación del Departamento de Género y Equidad, asegura que “es algo que hace falta en la sociedad actual, o sea antiguamente pueden haber habido muchos chicos trans, como yo, o muchas chicas trans, que no quisieron llevar el proceso en la universidad, quizás porque no se sentían respaldados o quizás ahora cuántos dentro del círculo de la universidad están en la misma condición que yo y tener un apoyo, como el que tuve, desde que empecé mi cambio. Creo que es importante tener algo más institucionalizado para poder apoyar a las personas, así que espero que funcione para motivarlos, orientarlos y levantarlos cuando estén en su peor momento, porque yo no he sabido de un chico o chica trans que no haya caído en un hoyo oscuro en algún momento, porque no es un cambio fácil”.
Hoy Dylan asegura sentirse “tranquilo y feliz, terminé mi carrera, que era algo súper importante, mi familia cambió su mentalidad, fue difícil, fue un proceso largo para lograrlo, pero al fin me entienden y apoyan. Tengo todo el respaldo que siempre esperé”.
Por Carolina Vásquez C.