“Siempre he querido ser la mejor en todo y así me siento”

Autor: Christian Luco|
Teresa Mardones Zúñiga, portera del edificio de Inglés, llegó a nuestra Universidad hace algunos años y con su energía, amabilidad y buena disposición, no solo ha logrado el reconocimiento en su trabajo, sino sobre todo destacar por su calidad humana.

Cuando Teresita se despidió de Concepción, con tan solo 16 años, lo hizo convencida de que su futuro sería el que ella construyera a base de esfuerzo, determinación y coraje. Éstos han sido los pilares fundamentales de su vida, los cuales ha intentado, además, traspasar a sus 2 hijos y a sus nietos.

Hoy, cuando ya llega a los 60 años, siente que todo lo que ha vivido ha sido demasiado rápido, y que recién ahora, cuando sus energías son las de una “chica de 40”, quisiera realmente tener menos años y poder hacer lo que no hizo, como estudiar para ser Trabajadora Social, buscando “ayudar a que otros surjan, no para regalar nada”, enfatiza.

Pero la vida se le pasó volando. Llegó siendo una niña a Santiago, fue asesora del hogar y en eso estaba cuando se casó, fue madre y optó por dedicarse a criarlos, trabajando esporádicamente los fines de semana cerca de su casa, preparando todo tipo de comidas.

A la UTEM llegó el año 2014, castigada por haberle respondido a un jefe en otra dependencia. “Pero fue un castigo muy bueno”, indica Teresita, emocionada y sonriente, pues acá se ha topado con “gente maravillosa”, que le ha enseñado mucho más que las labores propias de su trabajo. Llegó a hacer aseo, donde, como ha sido su lógica de vida, trabajó con responsabilidad y esfuerzo, no solo por responderle bien a sus jefes, sino porque ésta es la forma en que ella ha hecho todo siempre y no piensa moverse ni medio centímetro de esta manera de ser.

Batallando desde pequeña

Teresita, como cariñosamente se le nombra, era una más entre 18 hermanos, “por ahí en el medio estaba yo”, y mientras lo dice se entiende esa forma suya de luchar y hacerse visible entre tanto tumulto. Sus padres, Berta y José Javier, ambos campesinos de Bulnes, en la Octava Región, no tuvieron una vida fácil y menos aún intentando surgir con todos esos hijos, por ello Teresita se decidió un día y partió a la Radio Talcahuano, a ofrecerse para realizar labores domésticas puertas adentro.

Así llegó a Santiago, siendo una niña con la suficiente claridad de saber que quería salir adelante y que esto solo sería posible si ella trabajaba duro. Tras su paso por una primera casa, estuvo 10 años en otra donde se sintió respetada y querida, en donde aprendió mucho y sintió el respaldo de sus jefes por el trabajo realizado.

A los 24 años se casó y tuvo 2 hijos, por lo que decidió dejar de trabajar en el lugar donde estaba y asumir el cuidado de sus niños. Sin embargo, nunca el dinero es suficiente y, acostumbrada también a manejar su dinero, comenzó a cocinar los fines de semana en el casino de un club deportivo cerca de su casa, donde las ganancias se repartían, dejándola feliz cada domingo con dinero para la semana.

Así educó a sus hijos, inculcándoles el valor del esfuerzo y del estudio. “Yo siempre tuve buenas notas, me gustaban las matemáticas, la historia de Chile y la educación física”, lo que, sin duda, le sirvió después para estudiar junto a sus hijos primero, luego con sus nietos. “Me leí todos sus libros y hoy sé más que ellos” confiesa orgullosa.

Con sus hijos ya independientes y nuevamente soltera, Teresita se decidió a volver a trabajar y fue así, como luego de un par de vueltas, llegó a la UTEM a través de una empresa de aseo. Fue en esta labor donde comenzó a destacar por su estilo siempre amable y su buena disposición, donde casi por azar, asumió la portería del edificio de Inglés en Pantoja. “Un día llegué y antes de cambiarme ropa le dije al jefe que qué hacía, me cambio ropa o me quedo como estoy, porque el portero estaba enfermo y no había nadie que lo cubriera. Mi jefe me dijo que me quedara mientras veían qué hacer y al final me dejó en el turno. Al día siguiente, tampoco vino el portero y denuevo estuve yo en su puesto, así que el jefe me indicó que me quedara y que me mandarían a hacer el curso de OS-10, para que fuera portera”.

Es aquí donde vuelve a reiterar que siempre se ha topado con gente maravillosa en su camino, que la han guiado y empujado a aprender nuevas cosas. Pero también ha sentido la mirada desconfiada y las preguntas masculinas de “por qué ella iba a ser portera”, a lo que respondió “y por qué no”. Fin de las preguntas.

Teresita ya está cerca de los 60 años y, a diferencia de cómo había definido su vida hasta ahora, no tiene nada planeado. “No quiero saber qué viene para mí, si es que voy a enfermarme o no sé, no quiero pensar en eso, quiero vivir el día a día, disfrutar a mis hijos, a mis nietos y lo que tengo”. Todo lo que tiene y que, sin duda, es un orgullo para su familia y para quienes trabajamos junto a ella.

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