Ernesto Lejderman: el camino para encontrar la vida y la esperanza

Autor: Christian Luco|
Cuando detuvieron a María del Rosario Ávalos Castañeda, su hijo de dos años y medio se aferró con fuerza a su pecho. Los uniformados tuvieron que hacer un gran esfuerzo para separarlos. El cuerpo de la madre fue ocultado en la Quebrada de Gualliguaica, en el Valle del Elqui, junto a su esposo Bernardo Mario Lejderman Konujowska. Era el sábado 8 de diciembre de 1973.

La imagen impactó, profunda y notoriamente a los concurrentes a un diálogo con el ciudadano argentino Ernesto Yoliztly Lejderman Ávalos sobre la Memoria Histórica y los Derechos Humanos, a partir de su propio testimonio de vida, sobre la desaparición de sus padres, argentino y mexicana. El encuentro se realizó en la Sala Amanda Labarca en la Casa Central de la Universidad Tecnológica Metropolitana (UTEM), en el marco de la puesta en marcha del Programa de Derechos Humanos y Ciudadanía de la Casa de Estudios y con la colaboración del área de Extensión Universitaria.

La actividad estuvo encabezada por el Rector de la UTEM, Luis Pinto Faverio; Marisol Durán, Vicerrectora Académica; Mario Torres, Vicerrector de Transferencia Tecnológica y Extensión; y Gustavo Anabalón, Vicerrector de Administración y Finanzas.

En sus palabras, el Rector destacó que la iniciativa, así como la puesta en marcha de un Programa de Derechos Humanos y Ciudadanía, desde el 1 de agosto, “es coherente con lo establecido por la Ley de Universidades del Estado, que establece que como tales, debemos contribuir al fortalecimiento de la democracia, al desarrollo sustentable e integral del país y al progreso de la sociedad”.

Al mismo tiempo, reflexionó que “se habla con frecuencia de los derechos humanos, pero pareciera que pocos quieren oír hablar de obligaciones, responsabilidades y deberes. Pero existe una estrecha e indisoluble relación entre derechos y deberes: todo derecho implica un deber”, enfatizando que “no se puede concebir un derecho sin la correspondiente obligación”. En este sentido, indicó que “la fuerza reguladora de los derechos se manifiesta en la correlación o mutua implicación que se da entre derecho y deber. Los derechos esenciales obligan a respetarlos, como a castigar las violaciones de los mismos”.

La presentación del testimonio de Ernesto se desarrolló a través de una conversación con el director del Programa de Derechos Humanos y Ciudadanía, Víctor Osorio, y con la numerosa asistencia. A partir de allí fluyeron dramáticos capítulos de su historia de vida, luego del asesinato de sus padres por una patrulla militar del Regimiento Arica de La Serena. Así por ejemplo, contó que sus abuelos paternos le dijeron que sus padres habían muerto en un accidente de ferrocarril, que se enteró de la verdad por un hecho fortuito y que no pudo hablarlo con nadie por un largo tiempo. “Todo ello, ciertamente, afectó mi desarrollo normal de adolescente y joven”, relató.

Reflexionó también que “aunque mi padre era argentino y yo he vivido en Buenos Aires casi la totalidad de mi vida, nací en Chile y hubiera deseado que se pudiera cumplir el sueño de mis padres cuando llegaron a estas tierras en 1971: quedarnos en este país y tener yo la oportunidad de crecer en este país”. Con todo, contó que se siente unido en forma indisoluble a Chile y que por ello ha viajado periódicamente al país desde inicios de los 90, en gran medida impulsado por su propósito de alcanzar la verdad y la justicia.

Le preguntaron cómo se enfrentaba el dolor. Respondió que el camino que encontró fue comprometer su vida con la causa de la justicia, en el caso de sus padres y de todos los casos de desaparición forzada y violación a los derechos humanos en uno y otro lado de la cordillera. “Pero la búsqueda de la justicia no sólo se reduce a los hechos de esos tiempos, sino también a los desafíos de hoy. Por ejemplo, enfrentando las causas del cambio climático. También, como en nuestro caso, realizando trabajo social en Bajo Flores, una de las ´Villas’ (barrios pobres) de Buenos Aires”, señaló.

Indicó que uno de los momentos más fuertes que debió enfrentar en el proceso para la reconstrucción de lo ocurrido con su familia tras el golpe de Estado, fue cuando conoció a Luis Horacio Ramírez, un humilde campesino de la comunidad agrícola en la que se habían refugiado, esperando escapar hacia la Argentina a través de uno de los pasos cordilleranos. Fue quien entregó su ubicación a los militares.

“Un delator reveló a los militares que Ramírez sabía dónde se encontraban escondidos mis padres, en unas cuevas en el valle de Gualliguaica. Una patrulla militar fue a la casa de Luis, a quien torturaron, quebraron su voluntad y terminó llevándolos al escondite. Pudimos hablarlo, cara a cara, y escucharlo de sus propias palabras. No tengo dudas de la honestidad de su testimonio. Ya no está en este mundo, pero mantengo una cerca relación con su familia, a los que intento visitar periódicamente”, contó.

Cuenta que una de sus grandes alegrías fue encontrar en la zona de Vicuña a personas que conocieron a su padre en el campo, a raíz del trabajo social que desarrolló con las comunidades agrícolas como asesor de la Gobernación de Vicuña.

Como era inevitable, fue consultado por su recordada e impactante participación en el programa “El Informante” de Televisión Nacional (TVN), en el que enfrentó en 2013 al ex Comandante en Jefe del Ejército Juan Emilio Cheyre, quien luego de la ejecución del matrimonio entregó al niño Ernesto a la Casa de la Providencia de La Serena, a cargo de religiosas. Era entonces teniente.

Relató que hubo tensos momentos en los preparativos del programa, “puesto que todo indicaba que se intentaba forzar una falsa imagen de reconciliación”. A este respecto, dijo que el único modo de superar “la grieta”, como llaman en Argentina a los impactos del término de la democracia en la convivencia social, “implica necesariamente que los genocidas rompan los pactos de silencio”.

La madre de Ernesto permanece desaparecida. Los restos de su padre se recuperaron en 1990 y fueron enterrados en el cementerio de Vicuña.

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