Proyecto Lanitas: Un espacio de encuentro que aspira a convertirse en club

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Tres alumnas de Bibliotecología y Documentación encabezan esta propuesta ganadora en el concurso “Nos Re encontramos UTEM 2022” que reúne a jóvenes de distintas carreras de la UTEM en torno al tejido. Aunque el proyecto culmina a mediados de diciembre, están viendo cómo lo hacen más permanente.

Medio broma, medio en serio, surgió lo que se ha convertido en un espacio de encuentro entre alumnos y alumnas de la UTEM, quienes se juntan a hacer amigurumis a crochet -muñecos de peluche tejidos- en una sala de la Facultad de Administración y Economía (FAE).

El “Proyecto Lanitas” es una de las propuestas que ganaron el concurso “Nos Re encontramos UTEM 2022”, desarrollado por la Dirección de Postgrado y Dirección de Desarrollo Estudiantil (DDE), que escogió una propuesta extracurricular de cada facultad de la UTEM, y en este caso fue ideado por Susana Antileo Huenupi, María Teresa Venegas Vidal y Sandra Sandoval Fuentealba, alumnas de cuarto año de Bibliotecología y Documentación que ofician como monitoras del taller.

Sobre cuando se enteraron que su propuesta había sido elegida, María Teresa Venegas dice: “Fue impresionante porque por mi parte no tenía tanta fe, porque decía que había postulado mucha gente intentando sacar su proyecto. Después cuando nos dijeron que ganamos fue qué haremos ahora, tendremos que hacerlo”.

Es así como cada miércoles, alumnas y alumnos de distintas carreras de la UTEM comparten su afición por el tejido en este taller que se desarrolla desde el 12 de octubre hasta el 14 de diciembre, con diez sesiones en total.

El objetivo es difundir el arte del tejido a crochet, la creación de amigurumis, una técnica japonesa de tejido a crochet; desarrollar la vinculación de estudiantes de la universidad que pertenezcan a distintas carreras; y conocer técnicas de tejido que pueden mejorar la calidad de vida de las/los jóvenes.

Para Elizabeth Montecinos Madariaga, estudiante de quinto año de Trabajo Social y quien asiste al taller, la experiencia ha sido muy buena: “Me encanta, la verdad, y me da pena que haya salido en mi último año de la universidad, porque creo que lo hubiera aprovechado más si lo hiciera hace más tiempo”.

Tejiendo amigurumis

Desde el principio, el proyecto ha tenido un buen recibimiento. Tan pronto se abrieron las bases de inscripción, los cupos (quince) se llenaron e, incluso, varios estudiantes quedaron en lista de espera, quienes se suman en caso de que alguna o alguno no pueda continuar.

Teníamos el proyecto escrito, con todo estipulado y empezar no era tan difícil, pero era la primera vez que lo íbamos a hacer acá con estudiantes. Incluso, pensamos que no iba a llegar nadie, pero cuando lanzamos el primer formulario de inscripción, en veinte minutos teníamos todo lleno”, comenta Sandoval.

La buena recepción se vio también reflejada en su extensión horaria. El taller se planteó en un principio de una hora, de 12.20 a 13.20, pero con el tiempo se alargó otra hora, porque “a la gente le gustaba no solo tejer, sino para compartir y conversar”, comenta Venegas.

El taller comenzó introduciendo el tejido a crochet entre las y los asistentes, para constatar qué tanto dominaban la técnica, además de entregar información sobre la historia del arte del amigurumi y la enseñanza de los primeros pasos en la creación de una de estas piezas. Para esto, las y los asistentes tuvieron que elegir entre tres patrones de amigurumi a realizar.

Durante este tiempo, las y los alumnos han seguido buscando nuevos patrones y creando diseños que les llamen la atención. Para el proyecto final, están planificando hacer banderines para colgar en escaleras y barandas en una especie de intervención.

Formando comunidad

Durante este tiempo, el estudiantado no sólo ha mejorado y aprendió nuevas técnicas de tejido, sino que también se han conocido más profundamente. Se ha construido una comunidad que quiere continuar con el taller. “De hecho, no todos somos de la misma Facultad, pero con los que sí nos vemos, no saludamos cuando nos topamos. Además, se han generado buenas conexiones. Al principio nadie se hablaba, todos estaban muy tímidos, pero ahora no. Sentimos que si no estuviéramos nosotros, podrían venir, sentarse y tejer sin la necesidad de estar. Eso ya demuestra que se generó una comunidad”, declara Venegas.

Efectivamente, para Catalina Galdames Gutiérrez, egresada de Ingeniería en Biotecnología, conocer la existencia de este taller fue una buena noticia, ya que “siempre quise aprender a tejer a crochet, así que cuando vi esta instancia quise hacer el taller”.

A días que termine, sus creadoras analizan lo vivido, destacando el grupo que se ha formado, en el que pueden intercambiar conocimientos y experiencias mientras tejen. Tanto es así que “queremos el otro año transformarnos en un club. La idea no será pedir dinero para las cajas, sino que cada miembro traiga sus materiales. Todos queremos lo mismo, seguir”, dice Sandoval.

Pero, también hacen un llamado a que la universidad financie a los monitores o creadores de cada proyecto, ya que así creen que habría más propuestas. Porque el interés está asegurado, al menos cuando se trata de proyectos que son diferentes: “He conversado con muchas personas que querían ingresar al taller, pero no pudieron. Ellos y quienes están en este taller dicen que nunca la UTEM había hecho cosas así y les gustó. Encontraban que era un escenario diferente y entretenido, porque muchos de los otros proyectos están enfocados en otras áreas o no estaban acorde con sus intereses, entonces sentían que podían ser parte de esta experiencia”, asegura Venegas.

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